Alergia primaveral

La rinitis alérgica o fiebre del heno, consiste en una respuesta muy fuerte de nuestro sistema inmunológico durante la etapa del año en que las condiciones de clima permiten la polinización y las flores lo producen en gran cantidad para asegurar su reproducción.

Estas partículas de polen llegan a ser tan pequeñas que se transportan en el aire y se combinan con otros elementos como polvo, esporas de hongos, musgos, etc. Al ser atrapadas por la humedad de la mucosa de nuestras vías respiratorias, estas sustancias generan una reacción local en nariz, ojos y garganta: estornudos, obstrucción nasal, comezón, escurrimiento nasal, lagrimeo, tos y en algunas personas incluso es capaz de generar crisis asmáticas por la severidad de la reacción.

En condiciones normales este es un mecanismo natural de defensa y protección del sistema inmunológico que activa la “alarma para defendernos”. Esta reacción es producida por una sustancia llamada histamina, que avisa a nuestro sistema inmunológico que tiene que actuar de inmediato para combatir la presencia de este agente externo potencialmente peligroso.

La analogía de nuestro sistema inmunológico con un ejército de defensa del cuerpo humano nos permite explicar la alergia primaveral como una respuesta grande y fuerte ante el ataque del enemigo, pero sin una organización, un objetivo o un plan de batalla.... sólo tomen las armas y defiendan! Un ejército desorganizado y sin un “plan de ataque” no es capaz de salir victorioso, por lo que ante la severidad de síntomas que se desencadenan la solución terapéutica termina siendo una orden de no trabajar, que se logra con la acción de medicamentos bloqueadores de la histamina o, en casos más severos, el uso de esteroides que detiene por completo la acción del sistema inmunológico, logrando espectaculares resultados inmediatos en los molestos síntomas.

La periodicidad en la repetición de los síntomas, que depende enteramente de la interacción entre el polen específico y las mucosas de la persona sensible, hace que cada año durante esta época se presente la misma reacción e incluso se irán agregando más sustancias sensibilizadoras como perfumes, aerosoles, o incluso cambios en la temperatura y humedad del aire; razón por la que recientemente las opciones terapéuticas están encaminadas cada vez más a mejorar en lugar de anular la acción del sistema inmunológico, propiciando un mecanismo de adaptación al poner en contacto a nuestro cuerpo con dosis pequeñas e inofensivas vía oral del polen o de medicamentos que permitan a nuestro organismo librar “batallas de entrenamiento” y saber cómo actuar ante esta u otra sustancia extraña.

Es en este campo donde vacunas (que tienen marcadores inmunológicos específicos) y medicamentos homeopáticos (que tienen una acción fisiopatológica semejante al presentado durante el cuadro alérgico) constituyen una excelente opción partiendo del hecho que los medicamentos antialérgicos y esteroides actúan inhibiendo la acción de nuestro sistema de defensa y su uso “cotidiano” nos lleva a estar frecuentemente inmunodeprimidos y vulnerables a infecciones por virus, bacterias, parásitos, etc.