Confort y acumulación en la nueva realidad

La nueva era que estamos viviendo nos está orillando a ver hacia adentro, tanto de nosotros mismos como de los espacios que esculpen nuestra forma de vida. Ahora, más que nunca, el consumo digital es vertiginoso, nuevos productos, desde muebles, accesorios, electrodomésticos, ornamentos, etc., están tomando el lugar de antiguos objetos y espacios. Nuestras casas se están llenando de objetos obsoletos en desuso y la necesidad por almacenar y esconder es cada vez mayor.

Todo proyecto arquitectónico está construido y diseñado con reglas y medidas estándar de espacios, tanto para habitar como para almacenar. La distribución arquitectónica está prevista para habitar los espacios de cierta forma que respondan a nuestras necesidades. Ahora es el momento para replantearnos estas necesidades, reflexionando sobre la verdadera utilidad que nosotros le destinamos a nuestros objetos y el “nuevo” estilo de vida que estamos obligados a adoptar para que, de esta manera, busquemos el camino de rediseñar nuestro entorno.

La acumulación de objetos se convierte en un problema de salud severo ya que provoca tensión física y emocional cuando los espacios de almacenaje comienzan a ser cada vez más escasos y uno acaba viviendo literalmente dentro de un almacén. Debemos de aprender, sobre todas las cosas, a desprendernos de objetos cuyo valor se reduce a nostalgia, historia o recuerdos. Hay que darle el valor necesario a todo y evaluar su importancia en nuestra actual forma de vida. Aquí es donde tenemos que valorar de la misma manera los espacios libres, que puede ser que estén llenos de luz o de proyecciones de vegetación exterior a través de aberturas que antes estaban obstruidas. Hay que tener en cuenta cómo las actividades espontáneas que suelen aprovechar espacios amplios, como para hacer ejercicio, bailar, practicar yoga, jugar con los pequeños, desplegar actividades en el piso, etc., todo lo que hemos estado haciendo en el último año de pandemia, son de lo más importante en la jerarquía de necesidades y tenemos que admirar lo poco que realmente necesitamos para ser felices y sentirnos con un alto grado de confort.

La percepción de amplitud de una casa o un departamento no siempre depende del tamaño del área o la extensión del terreno, depende en gran parte del diseño de la distribución de sus espacios interiores, orientación, materiales, colores e iluminación. Por ejemplo, espacios que no necesiten mobiliario, vestíbulos o pasillos que cuenten con buena iluminación natural y conexión al exterior donde se pueda apreciar un jardín, un árbol o incluso una calle, patios centrales que proveen ventilación e iluminación a todas las áreas del proyecto, espacios abiertos entre la sala y el comedor suficiente para desarrollar cualquier actividad tanto recreativa como deportiva, etc. De igual manera, es importante el aprovechamiento de las azoteas, antes eran zonas de olvido y servicio, hoy día son áreas muy valiosas por su condición al aire libre, donde con tan solo habilitar un piso confortable se convierten en espacios de usos múltiples.

Un espacio libre y disponible genera muchos sentimientos positivos y de bienestar, nos invita a sentir nuestra presencia como única visión a la que debemos prestar mucha atención, a tener más tiempo para dedicarle a uno mismo y no al mantenimiento y limpieza que genera la acumulación y almacenaje. A valorar lo que ya tenemos.

Por: Ing. Gabriel Galindo Arias

Grupo 3 arquitectura + ingeniería

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Etiquetas: Edición 102