¿Cómo se originó todo? La vereda de la exploración y el conocimiento

Desde sus albores, el humano pudo haberse planteado muchas más preguntas de las que siquiera pudiera responder, desde una postura comprobable y fuera de su imaginación. No obstante, fue justo su capacidad de imaginar, de generar ideas, de buscar patrones y rasgos en lo que le rodeaba lo que le permitió identificar algunas respuestas que seguramente le motivaron a reflexionar sobre la posibilidad de obtener conclusiones. Más allá de utilizarlas para un fin específico, le sirvieron para su sobrevivencia. Imaginar que en las aglomeras pasturas se pudiera esconder un felino depredador que pudiera saltar repentinamente y amenazarlo con su enorme fuerza y precisión mortal. El imaginar rostros, sonidos, formas en la oscuridad, fueron motivos que causaban precaución y prevención y que resultaba mejor creer en ellos, que no considerarlos. Así, conforme los resultados iban generándose y se interpretaban en beneficios para quienes los obtenían, se intentaba cada vez más comprender el entorno. De esa conducta de exploración, interpretación y sobrevivencia, llegamos a la exploración del universo, de sus causas y de su origen.

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Las estaciones, solsticios y equinoccios

Los habitantes de la Tierra podemos experimentar cambios periódicos en las condiciones del clima que denominamos estaciones. Estas son el resultado de que el eje de rotación de la Tierra está inclinado 23.5 grados respecto a la trayectoria que describe al orbitar al Sol. Esta oblicuidad hace que durante ciertas épocas del año el hemisferio norte se encuentre ligeramente más expuesto a los rayos del Sol, al tiempo que el hemisferio sur se encuentra menos expuesto y viceversa. Esto trae consigo diversos efectos, los cambios en temperatura, meteorología, la duración del día y la noche, etc.

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Los equinoccios

Este mes de marzo los habitantes del hemisferio norte terrestre tendremos el paso de estación del invierno a la primavera. Este cambio está marcado por el equinoccio. Esta palabra deriva del latín aequinoctium, compuesto con aequus ‘igual’ y nox, noctis ‘noche’, y se denominó así porque en esa fecha la duración del día y de la noche son muy similares. Los cambios de estación en la Tierra se deben a que el eje de rotación de nuestro planeta está inclinado respecto a la órbita que recorre en su movimiento de traslación alrededor del Sol. Esto hace que diferentes partes del planeta reciban mayor o menor radiación solar dependiendo de la época del año. Esto lo podemos notar en la duración del día y la noche, en invierno los días son más cortos que las noches y en verano sucede lo opuesto. Hay dos momentos en el año (en marzo y septiembre) en que el eje de rotación terrestre se encuentra alineado con la órbita terrestre y la Tierra pareciera no tener inclinación respecto al Sol.

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