Sabías que...

Aunque nació en Alejandría durante el invierno del 69 a.C., Cleopatra VII, la última faraona de Egipto, pertenecía a la dinastía ptolemaica, descendiente de Ptolomeo I Sóter, uno de los generales de Alejandro Magno. Esta dinastía gobernó Egipto tras la conquista macedonia, manteniendo sus raíces culturales y su herencia griega. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que Cleopatra podría haber tenido ascendencia mixta, con posibles raíces africanas a través de su madre o abuela, lo que añade aún más complejidad a su identidad.
A pesar de su linaje extranjero, fue la primera de su dinastía en aprender a hablar egipcio, además del griego y otras lenguas. Se dice que dominaba hasta nueve idiomas, incluidos el hebreo, sirio, árabe y etíope, lo que le permitió conectar con diversas culturas y comunicarse directamente con su pueblo sin necesidad de traductores. Incluso aprendió a leer jeroglíficos, algo excepcional entre los reyes ptolemaicos.
Cleopatra no solo fue políglota, sino también una erudita incansable. Estudió geografía, historia, astronomía, diplomacia, matemáticas, alquimia, medicina y economía. Pasaba largas horas en su laboratorio, experimentando con plantas y minerales para crear cosméticos y remedios, algunos de los cuales fueron documentados por Galeno, aunque la mayoría de sus escritos se perdieron en el incendio de la Biblioteca de Alejandría en el año 391 d.C.
A nivel político, Cleopatra fue una estratega brillante. Utilizó su inteligencia y carisma para forjar alianzas con figuras clave de Roma, como Julio César y Marco Antonio, en un intento de proteger la independencia de Egipto frente a la creciente expansión romana. Más allá de la política, supo aprovechar la religión egipcia para fortalecer su legitimidad, presentándose como la encarnación viviente de la diosa Isis.
Su reinado terminó trágicamente en el año 30 a.C., cuando prefirió quitarse la vida tras la derrota de Marco Antonio frente a Octavio. Con su muerte, Egipto pasó a ser una provincia romana, poniendo fin a más de 300 años de dominio ptolemaico.
¿Sabías que el veneno de escorpión es el líquido más caro del mundo?
Un solo galón puede costar hasta 39 millones de dólares. Pero aunque tuvieras esa cantidad de dinero, no podrías simplemente salir a comprarlo, porque se obtiene en cantidades minúsculas. Cada escorpión produce, como máximo, 2 miligramos de veneno por extracción, y se ordeñan a mano, uno por uno. Para llenar un solo galón, necesitarías ordeñar a un escorpión 2.64 millones de veces. Y probablemente terminarías con más de una picadura en el proceso.
Entonces, ¿por qué este veneno es tan valioso? Porque esconde tesoros para la ciencia.
Clorotoxinas: tienen el tamaño perfecto para adherirse a células cancerígenas del cerebro y la columna, ayudando a identificar con precisión los tumores.
Kaliotoxinas: han demostrado ser prometedoras para tratar enfermedades óseas en estudios con ratas, y los científicos esperan que puedan funcionar en humanos.
Control de malaria: ciertos componentes del veneno se han usado para eliminar mosquitos transmisores de esta enfermedad.
Y cada año se descubren más aplicaciones. La creciente demanda ha impulsado la innovación: científicos en Marruecos crearon la primera máquina de ordeñe remoto, capaz de extraer veneno de cuatro escorpiones a la vez de forma segura, acelerando el proceso y reduciendo riesgos.
A pesar de esto, montar una granja de escorpiones no es un plan de enriquecimiento rápido. Las empresas especializadas cultivan su propio veneno bajo estrictos protocolos de seguridad y calidad, así que los intentos amateurs suelen terminar sin compradores interesados.
El veneno de escorpión es un recordatorio de que la naturaleza guarda secretos poderosos, y que incluso en las criaturas más letales, puede existir la clave para salvar vidas.