Estoy pensando en otros tiempos, en mi versión del mañana, en mi yo del próximo lunes y del día siguiente, en la persona que voy a ser de aquí a dos meses, dos o tres años, en el futuro inmediato y a mediano plazo.

A veces todo me da vueltas: el remolino del viento que va y viene,
la tierra sobre su eje y alrededor del Sol, la galaxia en forma de espiral,
la luz en el horizonte de eventos al borde de un agujero negro;
las ideas en mi mente, las mariposas en mi estómago,
tu nombre en la punta de la lengua, tú y yo agarrados de las manos,
girando hasta que uno de los dos se suelte.

Un día me levanto, como de un sarcófago, y soy una entidad milenaria en un cuerpo decadente, que va rejuveneciendo durante el día.

Anoche, antes que se suspendiera el suministro de energía eléctrica y en consecuencia, el servicio de internet, estaba buscando películas al azar en la plataforma de Netflix, y de pronto, me tropecé con “Los Adioses”; sí, la película inspirada en las Cartas a Ricardo, de Rosario Castellanos, que aborda su vida desde un punto de vista íntimo, desde la perspectiva del sentir, del amor, de sus entrañas. Quedé maravillado, y de inmediato empecé a verla, otra vez, pues ya la había visto cuando salió hace un par o más de años atrás; pero como todas esas cosas que me fascinan, fue como si la viera por primera vez.