Kukulcán vuelve a la tierra
A lo largo de la historia, las civilizaciones han utilizado calendarios para planificar eventos y mantener registros. Sin embargo, pocos han sido tan sofisticados como el calendario maya. Eran maestros de la astronomía, las matemáticas y la escritura; y su legado nos ha ayudado a dar forma a las culturas modernas de todo el mundo.
Todavía en la actualidad su calendario es utilizado por varios grupos indígenas en México para celebrar festivales y tradiciones transmitidas de generación en generación. Así mismo, los antiguos mayas también conservaron mucho conocimiento que nos ha ayudado a comprender el universo en el que vivimos.
El calendario maya y su percepción del tiempo
Una de sus mayores contribuciones es la forma en que interpretaron los ciclos de la naturaleza y los cuerpos celestes. Sobre la base de su comprensión de estos ciclos, los mayas desarrollaron teorías astronómicas y matemáticas avanzadas.
El calendario maya se basa en la rotación de la tierra y la inclinación de su eje. Lo midieron usando un calendario de 360 días con un período de 13 meses. Sin embargo, el calendario maya original comprendía 365 días con un período de
18 meses. Con el tiempo, finalmente se alineó su calendario con el gregoriano, que usa un ciclo de 12 meses con un período de 3 meses designados a cada estación. Esto les da más previsibilidad al calcular el calendario del año y los eventos astronómicos.
El descenso de Kukulcán
Pero, más allá de una fecha, lo que denota la llegada de la primavera y el comienzo de un nuevo ciclo es justamente la bajada de Kukulcán. Los mayas creían que era un dios que los había traído a una nueva Tierra, que tenía poderes para hacer fértil a la tierra y que las cosechas prosperaran.
Hoy en día, muchas personas esperan la bajada de este ser sobrenatural en Chichén Itzá, una de las ciudades antiguas más maravillosas y enormes de México, pues en un juego de luz y sombras se puede observar la figura simbólica de lo que sería Kukulcán simulando su descenso y marcando así el momento exacto en el que se da la bienvenida a una nueva estación.
Chichén Itzá alguna vez fue el centro de poder de los mayas y sigue siendo uno de los mayores monumentos de su cultura en Yucatán.
Primavera otra vez
Es tan poco probable que en la actualidad nos detengamos a pensar en el cambio de estación, ya que en la rapidez con la que fluyen las cosas nos perdemos y, cuando menos lo pensamos, hemos dejado atrás una estación.
Pero cuando vemos las cosas desde la cosmovisión maya, todo es muy distinto, el tiempo es tan anhelado y tan purificador en cada cambio que es casi imposible no hacer un acontecimiento de algo tan importante como la llegada de un nuevo ciclo.
Como hemos revisado con anterioridad, para la cultura maya los ciclos son tan importantes que a su vez son un morir y renacer, el inicio y el final. Una oportunidad de empezar otra vez.
Pero esta vez quiero que nos detengamos a ser un poco más observadores con nuestro entorno. Analicemos el hecho de que en la antigüedad ellos estudiaron incluso la forma en la que realizaban sus construcciones para que eso tuviera un sentido y que cuando cíclicamente volviese la primavera todo estuviera listo para la llegada de Kukulcán a la Tierra. Que el camino estuviera definido y que el Sol hiciera su parte para, de esa manera, hacer fértil la Tierra que habitamos. Ahí hay mucho detalle, nada se escapa.
De los mayas podemos aprender que al cuidar los detalles podemos descubrir algo aún más trascendental. No sólo un espectáculo visual, porque sí que lo es, sino un verdadero sentido detallado al iniciar un nuevo ciclo, que aunque sea parecido al anterior, nunca puede ser igual.
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Por: Romelia Márquez Puente
Etiquetas: Edición 126