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Casanova sedujo a 122 mujeres en su vida

Giacomo Girolamo Casanova, nacido en Venecia en 1725 fue un aventurero, libertino, historiador, escritor, diplomático, jurista, violonchelista, filósofo, matemático, bibliotecario y agente secreto italiano.

Hijo de un actor, Casanova fue expulsado cuando era joven del seminario de San Cipriano por conducta escandalosa. Después de un tiempo al servicio de un cardenal católico romano, fue violinista en Venecia, se unió a la Orden Masónica (1750) en Lyon y luego viajó a París, Dresde, Praga y Viena. De vuelta en Venecia en 1755, fue denunciado como mago y condenado a cinco años. Un año después elaboró una fuga espectacular y se dirigió a París, donde introdujo la lotería en 1757 y se hizo una reputación financiera y un nombre entre la aristocracia. Dondequiera que iba, Casanova confiaba en el encanto personal para ganar influencia y en el juego y la intriga para mantenerse.

Se le conoce sobre todo como arquetipo del libertino seductor, del que se han contado 122 conquistas amorosas. Su obra principal fue una vasta autobiografía, la “Historia de mi vida” donde, muy discreto, Casanova menciona a sus conquistas con seudónimos, aunque los historiadores han identificado a la mayoría. Fue escrita en francés porque entonces era el idioma más conocido y hablado en Europa.

Además de su intrínseco valor literario, dicha obra posee un importante valor documental para la historia de las costumbres de la vida cotidiana del siglo XVIII de las clases dominantes de la época: nobleza y burguesía. Se halló entre los personajes más destacados de su tiempo y dejó reseña de tales encuentros. Son así dignas de mención las páginas que tratan de Rousseau, de Voltaire, de Madame de Pompadour, de Mozart, de Catalina II de Rusia y de Federico II de Prusia, entre otros afamados personajes.

Una persona tiene más de 1,460 sueños al año

Soñar es un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria, generalmente relacionada con experiencias vividas por el soñante el día anterior.

Se ha comprobado que puede haber sueños en cualquiera de las fases del dormir humano. Sin embargo, se recuerdan más sueños y ellos son más elaborados en la llamada fase REM (siglas en inglés de Rapid Eye Movement) o, en español, MOR (movimiento ocular rápido), que tiene lugar en el último tramo del ciclo del sueño.

Todos soñamos, pero el significado, frecuencia y capacidad de recordar los sueños varía dependiendo cada persona.

Soñamos un promedio de una a dos horas por noche, y podemos tener, según los expertos, entre 4 y 12 sueños cada noche. Y aunque no nos acordemos, en promedio, tenemos entre 1,460 y 4,380 sueños al año. Se estima que los humanos tenemos más de 100, 000 sueños a lo largo de la vida.

Aunque dormir y soñar son conceptos que se han asociado siempre al descanso, la paz y la tranquilidad, lo cierto es que nuestro cerebro muestra más actividad mientras dormimos.

Los egipcios antiguos dormían en almohadas hechas de piedra

Llevamos miles de años durmiendo con almohadas. Hace aproximadamente 9,000 años, en la Mesopotamia, surgieron las primeras almohadas hechas de piedra, cuya finalidad era ayudar a mantener la cabeza elevada durante las horas de sueño.

En el antiguo Egipto, se creía que la cabeza era el asiento de la vida espiritual y tenía que ser apreciada. Las almohadas egipcias estaban hechas de diferentes materiales, como marfil, mármol, cerámica, madera y piedra. También tenían un significado religioso, ya que estaban talladas con imágenes de los dioses y colocadas debajo de las cabezas de los difuntos para alejar a los malos espíritus. En la antigua China también se elaboraron las primeras almohadas compuestas de materiales duros como madera, bronce, bambú y jade. Eran decorados con imágenes de humanos, animales y plantas.

Muchos años más tarde, los griegos y los romanos confeccionaron las primeras almohadas de plumas y paja, con un tejido más blando, que sólo las clases privilegiadas podían poseer.

En Inglaterra fue la época victoriana la que convirtió estos artículos en elementos decorativos para sofás y sillas. En el siglo XIX con el comienzo de la Revolución industrial, la almohada se hizo común en casi todos los hogares. Durante este tiempo, se volvieron más asequibles ya que se produjeron en masa debido al avance de la tecnología.

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