Crecer en un hogar lleno de libros tiene un poderoso efecto sobre nuestra mente

Los primeros años de nuestra vida, en especial el vínculo que establecemos con nuestros padres y el entorno donde crecemos, ejercen una influencia decisiva en la formación de nuestra personalidad, intereses y valores. Crecer en una casa llena de libros también influirá en el tipo de persona en el que nos convertiremos, las habilidades que desarrollaremos y cuán lejos lleguemos en nuestra educación.

A más libros, más habilidades comunicativas y matemáticas

Una nueva investigación realizada en la Universidad Estatal de Australia y la Universidad de Nevada ha comprobado que las personas que crecen en hogares llenos de libros suelen tener una mayor comprensión lectora, lo cual no es sorprendente, pero lo curioso es que también tienen más habilidades matemáticas y de comunicación digital.

¿Cuántos libros pueden marcar la diferencia? Los investigadores descubrieron que el “número mágico” es por encima de 80. Las personas que crecieron en hogares donde había más de 80 libros eran capaces de extraer el zumo de los libros; o sea, aprovecharlos al máximo para insertarse eficazmente en los grupos sociales y desarrollar sus metas personales. Esa capacidad aumentaba cuando en las casas había una media de 350 libros.

Esas conclusiones se basan en una encuesta y un test realizados entre 2011 y 2015 en el marco del Programa para la Evaluación Internacional de Competencias. Las personas encuestadas, que provenían de 31 países, tenían entre 25 y 65 años de edad.

Primero les pidieron que estimaran cuántos libros tenían en casa durante su adolescencia. Después les aplicaron una prueba de comprensión de lectura, conceptos matemáticos comunes y su capacidad para utilizar la tecnología digital como herramienta de comunicación. Los resultados mostraron una relación positiva entre haber crecido con libros y estas habilidades.

“La exposición de los niños y adolescentes a los libros es una parte importante de las prácticas sociales que fomentan las competencias cognitivas a largo plazo”, afirmó la autora del estudio.

El patrimonio cultural que legan los padres a los hijos

Los padres suelen equipar a sus hijos con las herramientas culturales que necesitan para insertarse con éxito en la sociedad, les legan un patrimonio cultural. Ese patrimonio se divide en tres “activos”:

• Capital incorporado, que incluye las preferencias y comportamientos que los padres transmiten a sus hijos, un capital que no se puede calcular pero que conforma su sistema de gustos y valores.

• Capital objetivado, como los libros, juguetes y otros bienes físicos que los padres ponen a disposición de sus hijos, generalmente para estimular su desarrollo.

• Capital institucionalizado, que incluye las credenciales educativas y otros indicadores de posición de clase; o sea, las oportunidades educativas institucionalizadas que dan a los niños.

Obviamente, cada capital influirá en cierta medida en el desarrollo de la personalidad infantil, determinando sus intereses y aficiones. También determinará cuán lejos lleguemos en nuestra educación.

Otro estudio realizado en la Universidad de Nevada descubrió que los niños que crecen en hogares con muchos libros estudian durante 3 años más que aquellos que han crecido en casas sin libros. Lo curioso es que este efecto no depende del nivel de educación, la ocupación o la clase social de sus padres. Es decir, tener libros a su disposición y leerlos es un estímulo positivo de por sí.

Y ese efecto positivo se apreció en los 27 países analizados, en los más de 70.000 casos, aunque existen algunas diferencias culturales. En China, por ejemplo, los libros en los hogares hacen que los niños estudien una media de 6,6 años más mientras que en Estados Unidos ese efecto es menor: 2,4 años.

La lectura no solo nos anima a estudiar más sino que también potencia el desarrollo de las habilidades cognitivas y relacionales.

Leer no solo amplía nuestro vocabulario, sino que nos permite desarrollar la empatía poniéndonos en la piel de los personajes. No es casualidad que Franz Kafka dijera que “un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros”. Por tanto, es comprensible que la lectura mejore nuestras competencias comunicativas.

No obstante, uno de los mayores “regalos” que nos hacen los libros es la posibilidad de descubrir y abrirnos a otras formas de pensar y sentir, desarrollando un pensamiento más crítico y flexible. Mario Vargas Llosa lo resumió a la perfección: “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos insumisos y ni siquiera existiría el espíritu crítico, motor del progreso”.

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