El juego como lenguaje universal

El juego ha sido y será la mayor herramienta con la que contamos los seres humanos, no necesita explicación como tal, es independiente de la raza, de la cultura, de la lengua que hablen las personas que juegan. El juego habla su propio idioma, y es universal.

Cuando mencionamos el juego, nuestra mente crea, inevitablemente, una imagen de niños pequeños con una pelota, con legos, en el parque... pero no debería ser solo eso, necesitamos aprender a cambiar esta imagen, o mejor dicho a sumar otras.

¡El juego es para todos! Bebés, niños, jóvenes, grandes, ancianos...

El juego, habla un idioma que comunica afecto, emociones, entabla lazos, permite socializar, genera risas, llantos, conlleva complicidad, despliega estrategias, y propone desafíos. Y podemos seguir enumerando un sin fin de habilidades que surgen a la hora de jugar.

La práctica, muchas veces me ha llevado a reflexionar y a preguntarme, ¿cuándo se ha “institucionalizado” que el juego es para los bebés en casa, para los niños pequeños en guarderías y quizás en kinder? En primaria ya no hay tiempo de jugar... es momento de aprender. Menos tiempo de movimiento, de risa, de diversión porque el aprendizaje es cosa seria.

Sentarse en silencio, quieto recibiendo el conocimiento que el adulto nos proporciona. Aunque debo ser honesta, porque sí veo un poco de juego, pero no tiene un fin, es fugaz, pareciera que se hace por una obligación actual, más que por entender su amplio beneficio.

Comúnmente leemos sobre el juego, como la experiencia más importante de la infancia. ¡Y lo es! Al sentir, experimentar y vivenciar se va construyendo una infancia sana a nivel emocional, social, y psicológico. Y cognitivamente se van tejiendo las bases de nuestro aprendizaje.

Por eso al trabajar con niños debemos propiciar ambientes amplios de estímulos, donde puedan sentir con todo su cuerpo, ver, escuchar, moverse, percibir y cada individuo lo hará desde sus posibilidades. Ofrecer un espacio donde la libertad de movimiento y juego, sumado a los intereses de cada quien, sean el motor de búsqueda, exploración para construir el aprendizaje. El adulto a cargo actuará como un mediador.

Ahora, qué sucede cuando estos pequeños crecen y llegan a kinder 3 y primaria... ¡Estos niños deben seguir jugando! ¡Incluso en secundaria y en prepa la actividad lúdica debe estar presente! En las escuelas es muy común que maestros y directivos nos pregunten qué sucede con este niño o joven que no aprende, no presta atención, o se olvida de lo aprendido el día anterior. Lo que se necesita hacer primero es observar, cuánto juego, movimiento y actividad vivencial hay en ese saber y ahí encontramos respuestas.

Los mismos niños hoy nos dicen: “Mi cuerpo necesita moverse y sentir para aprender”.

Es primordial que el aprendizaje sea significativo, para poder asimilarlo. Esto significa, que el niño va a “comprender la importancia” de sumar y restar, en la medida que su maestra le muestre por qué este aprendizaje es fundamental para su vida diaria. Por ejemplo: armar en el salón de clases un juego de una tienda de juguetes, darles monedas y billetes, y accionar como lo hará en la vida. Llevar un pastel a la escuela, y mostrar por qué debemos aprender fracciones. Las medidas de longitud las aprenderá con mayor interés si se presentan como un proyecto de armado de maqueta...

Una parte muy bonita del jugar es que al hablar un lenguaje universal todos podemos participar, desde nuestras habilidades y posibilidades, respetando las diferencias. La actividad lúdica nos enseñará que, al ser personas distintas y jugar de maneras diferentes, el despliegue será mayor generando una riqueza inmensurable.

Llevo veinticinco años jugando con niños y jóvenes en espacios terapéuticos y escolares... otros tantos años jugando con maestros y padres para que recuerden y refresquen en su memoria el valor del juego, y la importancia de aprender jugando en cada etapa de la vida.

El juego nos abre la puerta de la diversión, sorpresa, emoción, suspenso, un sin fin de respuestas positivas que conllevan una excelente predisposición para el aprender y enseñar. Nos libera y permite que las emociones florezcan, tema que también se debe tener muy presente a la hora del aprendizaje. Las personas, y sobre todo el niño, está apto para aprender si cuenta con la estabilidad emocional necesaria.

El juego es nuestro mejor aliado, y deberíamos utilizarlo de manera diaria y constante.

Nuestra infancia y niñez deberían ser un juego constante que nos prepare para la vida adulta. Y si llego a la edad adulta con esta posibilidad, seré una persona con mucho aprendizaje, y querré seguir jugando este hermoso juego de la vida misma. Ya siendo mayor, con una vida llena de anécdotas y etapas cumplidas seguramente volveré a elegir jugar porque eso fue ¡lo más hermoso que me dejó mi vida!

En Otra Mirada, a través del trabajo terapéutico con los niños, de talleres con padres y maestros, nos proponemos justamente un cambio de visión.

El juego, cualquiera sea la edad, es el recurso más valioso que tenemos para el aprendizaje.

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Por: Natalia A. Alioto
Lic. en Educación Especial

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