Convivencia Una palabra simple que debería usarse más en los distintos espacios sociales

Niños, jóvenes y adultos deberíamos empezar a tomar esta sencilla palabra y aplicarla en nuestro día a día. Pero para ello debemos saber su verdadera significación para así utilizarla de manera correcta, y por sobre todo ejercitarla y accionarla en nuestra vida cotidiana.

Me gusta mucho esta palabra porque justamente Playa del Carmen es el lugar ideal, convivimos con personas diferentes, de distintos países y culturas. Esta situación es muy visible y fácil de ver y entender aunque no es fácil a la hora de vivenciarla y aplicarla de manera natural y armoniosa.

Caminamos por la calle y vemos gente que se diferencia por su color de piel, por el peso, la estatura, alguna discapacidad, alguna necesidad especial que lleva a recurrir de algún elemento especifico (una rampa, lentes para ver), uso de algún material o técnica para calmar a personas ansiosas, nerviosas o que padecen de algún trastorno.

Imaginemos ahora otro tipo de situaciones que no son tan visibles, y que muchas veces preferimos ocultar por temor a lo que piensen los demás, por el simple hecho de pensar que no lograrán convivir o directamente ser excluidos. Y que si bien no podemos ver lo que tiene o padece el otro, se traduce en “esta persona es rara” porque percibimos que algo es distinto.

En varias oportunidades hemos platicado sobre poder entender que todas las personas de este mundo somos distintas, todos contamos con habilidades diferentes y todos tenemos dificultades por sortear. En un mundo en donde todas las personas somos únicas, la maravilla de ello es poder aprender unos de los otros de manera respetuosa y eso es el comienzo de una linda convivencia.

Ahora, nosotros al trabajar en ambientes educativos, de distintas áreas, no solo con niños y jóvenes sino también con los padres/abuelos de ellos, es que buscamos trabajar este aspecto.

Hace muchos años atrás se hablaba de INTEGRAR a este niño con tal dificultad o necesidad... Luego se dijo que esta palabra no era adecuada y se comenzó a utilizar la palabra INCLUSIÓN, que implicaba trabajar con nuestros niños/jóvenes y sus familias en entender cómo todos podíamos, de una manera amorosa y empática, incluir a un niño diferente y que forme parte de un todo. Es importante resaltar que ese niño se decía diferente, porque quizás no tenía padres y era criado por abuelos, o usaba lentes, o cojeaba porque había tenido un accidente, o tartamudeaba, o era de tez morena en un grupo de niños de tez blanca. Pero siempre se seguía marcando la diferencia como si fuera cuestión de uno solo formando parte de un grupo.

Hoy la palabra que queremos resaltar es CONVIVENCIA. Un espacio en donde todas las personas podamos vivir y convivir de manera respetuosa. Un lugar cómodo y cálido donde cada uno pueda desarrollarse, como lo desee y mejor pueda hacerlo, siendo consciente de los otros de una manera empática y solidaria. Convivir en un cumpleaños, en el salón de clases, en un grupo de deportes, en el propio grupo familiar, con la gente que vive en la cerrada de su casa.

Ahora la parte más compleja es llevar adelante esta convivencia, cómo aplicarla. Porque entiendo que el vecino de casa, el niño que se sienta al lado del banco de mi clase, es distinto, porque lo veo y obviamente su color de cabello, su estatura, sus facciones son distintas. Somos distintos. Pero la verdadera convivencia es ver y entender que su pensar es diferente, su actuar, sus tiempos, sus sentimientos, sus formas de hacer las cosas, su punto de vista y postura. Aquí radica la verdadera convivencia.

Entender que todas las personas tenemos vidas diferentes y desafíos que enfrentamos, cada una con una situación particular en cada momento. Cada persona tiene su propia batalla por pelear. Y si el caso fuera que estemos ante una misma situación, nuestro pensar, actuar, decir y hacer va a ser, por suerte, diferente al del otro.

Aquí es donde verdaderamente aparece el poder de cada uno de nosotros para lograr la CONVIVENCIA y aplicarla orgullosamente.

Nuestro objetivo como personas que trabajamos en educación es poder utilizar más esta palabra y asegurarnos de que se lleve a cabo correctamente. Por eso en los ambientes educativos desde temprana edad pedimos que se aplique esta convivencia, que no se señale al niño que sí puede y se condene al que no puede, que no se separen las personas hábiles y de las no hábiles, que no se hable del niño diferente por el hecho de utilizar una silla de ruedas para desplazarse.

Es importante entender que sí podemos hablar de la silla de ruedas, de los lentes, de un bastón, de una pelota antiestrés, de que alguien es muy hábil en determinada actividad. Sí podemos y debemos hablar del material y el porqué ese niño o niña lo usa, para qué le sirve, pero que no marque una limitación, que no sea un motivo de señalar, segregar o para no convivir.

Es correcto marcar la habilidad de alguien porque va a ser el encargado de apoyar al que no puede o simplemente va a complementarse con otra habilidad de alguien más para lograr cierto objetivo. Pero esa habilidad no se señala a modo de competencia, como forma de presumir ante el otro. Se resalta para reconocer, y saber en quién puedo apoyarme ante una situación que para mí implica un desafío grande.

Marcar la diferencia como motivo de platicar, saber, entender, conocer, ayudar y empatizar con el otro y así lograr la convivencia de la cual estamos hablando, de manera amorosa, consciente, enriquecedora, y formar parte de un mundo mejor.

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Por: Natalia A. Alioto
Lic. en Educación Especial

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